18 octubre 2009

No es palíndromo pero es reversible

Érase una vez alguien que escribía para alguien que leía, que leía detrás del espejo. Los amigos se reunían como cada martes y jueves en la cafetería a contarse sus aventuras y desventuras, a reírse de ellos y llorarse los unos a los otros, a cantar y gritar, a matar el hambre con comida ajena... Un martes cualquiera.

Ya casi se iban, era hora de clase y para algunos de examen, sufrían, se estresaban, en especial el que llevaba dos horas sin estudiar... sólo había escrito un cuento al revés.

El novio se quejaba con el escritor de un concierto al que no iría, el escritor se quejaba con el que cantaba por su escándalo, el que cantaba se quejaba con una que hacía tarea por falta de alimento, otra de las que hacían tarea se quejaba de estar enferma y, así, todos se quejaban.

Estaban él y su novia en un rincón, ella revisaba en Internet un blog y él cantaba trova, aquél cantaba a todo pulmón alguna rola de Celine Dion, ellas hacían tarea y por allá una estudiaba para un examen que se avecinaba, por último, el noveno escribía un cuento inspirado en nada, realmente.

Todos se habían sentado en la primera mesa de madera con bastantes lugares que encontraron, tenía un par de azules lámparas que proporcionaban poco calor pero era suficiente. Unos llegaron dormitando, otros mendigando quince pesos para comer, una traía la boca cerrada por un aparato para corregirle la dentadura, hacía frío por fuera y calor por dentro, siempre es así con los amigos.

Recién salían de un salón de clases, el maestro les había dado permiso de faltar lo que quedaba del semestre, pero por nerdo que suene pocos estaban dispuestos a aceptar la oferta, hacía más frío fuera que dentro, pero cualquier cosa era mejor que estar en el ambiente de presión en que te metía la geometría analítica. El que se iba a escribir se daba de topes en la cabeza porque lo probable era que reprobase.

Estaba en el auto camino a la escuela oyendo música por sus audífonos, pensaba en qué sería de él ese día. ¿Le iría bien? ¿Haría algo estúpido? ¿Estaría vivo al día siguiente para contarlo? Cuando había despertado no había tenido gran problema... sólo cuando abrió pesadamente los ojos rogando por cinco minutos más.

Principio.